miércoles, 27 de abril de 2011

Historia de una noche.

Entonces salió de la habitación en ropa interior y yo no pude contener una carcajada. En verdad era una imagen muy graciosa pues apenas y pudo detener su bra antes de que cayera y dejara al desnudo sus hermosos pechos.

Dio medio vuelta y regresó a la habitación. No pude evitarlo... le eche un pequeño vistazo a su cuerpo semidesnudo, sobre todo la parte abajo de la espalda, que apenas se ocultaba debajo de unas pantaletas rosas.

Me quedé riendo por un tiempo hasta que lanzó un grito y preguntaba, tras puertas cerrada, quién era yo. Traté de adoptar una expresión seria y confundida, pero la risa era demasiada. Eso causo una mayor molestia en ella.

De pronto mis carcajadas se vieron interrumpidas pues un zapato rojo pasó volando cerca de mi cara y mi risa se convirtió en temor... por unos instantes. Decidí que era hora de hablar al respecto; una pequeña muestra de cortesía.

Mira --dije-- no vengo a hacerte daño. No ocurrió nada entre nosotros la noche pasada... aunque de verdad lamento que no haya pasado --justo aquí, saco su mano del cuarto y me arrojó el otro zapato rojo.

¡Calma! --Grité-- Ya te dije que no voy a hacerte daño, simplemente quiero que me regreses la cadena me quitaste anoche. Esa cadena es muy especial porque me la regaló mi abuela y la conservo desde pequeño. Durante la fiesta, tu me la pediste y como ambos estábamos totalmente borrachos, accedí a cambio de pasar una noche en tu cama.

Tu accediste y salimos de la fiesta, conduje el auto hasta acá pero tu te quedaste dormida y yo estaba muy cansado. De milagro no nos accidentamos o nos detuvo alguna patrulla. Bueno... el punto es que te desperté y abriste la puerta del departamento. Estabas tan mareada que decidí cargarte hasta tu habitación.

Ya dentro, comenzaste a quitarte la ropa y... pues... ahí me acobardé yo y decidí salir. Te dejé durmiendo, pero me quedé en la sala pues no quería arriesgarme a un segundo viaje en coche. En verdad que no pasó nada. Puedes estar tranquila.

Pasaron algunos minutos antes que ella decidiera salir. Me miró a los ojos pero no dijo ni una palabra. Extendió su mano y me entregó la cadena que me había regalado mi abuela. Entonces tome mi chamarra y salí, en silencio, de su casa.

Subí al auto, estaba a punto de arrancarlo cuando ella salió del departamento y se acercó a mi ventanilla. --¿Cómo te llamas? --Me preguntó -- Luis... ¿y tu?-- Sofia --Respondió con voz queda.-- Bueno, mucho gusto --repliqué --creo que ya tenemos algo que contarle a nuestros nietos. Ella movió afirmativamente la cabeza.

Encendí el coche y ella dio un paso atrás para permitirme sacar el coche del jardín, le di la vuelta y me disponía a partir pero algo me movió a pedirle su número de teléfono. Estoy seguro que por un instante, sus ojos brillaron. Se acercó de nuevo al auto y con un bolígrafo que saqué de la guantera, lo anotó en mi brazo. Nos despedimos.

Y así, mis queridos nietos, fue como conocí a su abuela. Tardé un poco en pedirle que fuera mi novia y ella no aceptaba. Se hizo la difícil, pero al final, iniciamos nuestra vida juntos.

miércoles, 20 de abril de 2011

Ella y Él.


Él sabía. Lo tenía presente pues no había momento que no la mencionara. Él era mi confidente, conocía mi secreto y no le importó en lo absoluto. Pero ella… no lo comprendo. Su actitud es completamente opuesta a su forma de ser habitual. No la reconozco, no sería capaz de verla a los ojos. No quiero mirarla.

Me es difícil precisar el comienzo, todo transcurrió tan rápido que el tiempo parece lejano y a la vez tan cercano. Mi vida ha perdido sentido y no tengo motivos para continuar. Me duele en lo profundo de mi alma y temo por mi cordura. No quiero cometer una estupidez.

Trato de obtener una respuesta clara pero sería incapaz de acercarme a ninguno de los dos. ¿Qué ha sido de mi, el chico alegre? Reducido a un mar de llanto, un corazón desconsolado y autocompasivo. Me da pena confesar esto pero tal vez la verdad y la sinceridad alivien un poco mi carga.

Debo comenzar la descripción de los hechos, la demora sólo acarrea más sufrimiento, porque aún conservo la esperanza de librarme de este pesar al confesar el terrible mal del cuál fui víctima.

Yo la adoraba… la adoro… todavía la idolatro como un ser divino, una representación de mis ideales y un paraíso en este infierno. Junto a ella me siento completo y encuentro un motivo para soportar esta infame existencia.

Mi alma es la de un idealista y un romántico. Por mucho tiempo me negué a revelar mi amor hasta que una fresca tarde de abril le confesé mis sentimientos y caí rendido a sus pies, suplicante por una oportunidad para compartir los minutos a su lado. Con gran sorpresa, ella acepto, alagada, mi humilde propuesta.

Él fue el primero en saberlo. Me abrazó y felicitó por mi atrevimiento y mi triunfo, llenó mi cabeza de alabanzas y no paraba de comentar lo mucho que había madurado. Pensé que me había convertido en un similar a él, porque yo lo admiraba y quería tener la seguridad que él mostraba.

Frente a ella olvidé mis dudas. La cuidaba como un tesoro y estaba dispuesto a dar mi vida por su bienestar. En sus ojos encontraba la paz que mi alma tanto anhelaba y yo quería ofrecerle el mundo a su disposición. Haría hasta lo imposible sólo porque ella fuera feliz pues mi más grande deseo era verla sonreír, que su felicidad nunca llegara a un fin.

Pero el tiempo es cruel y las personas lo son mucho más. Apenas una cita, un instante que había esperado la mitad de mi vida, un instante durante el cual soñaba con reunir a las personas que más amaba en la vida. Soñé tanto tiempo y por fin se cumplía mi fantasía de ver a él y ella juntos, a mi lado, como las personas que más apreciaba. Él era como un hermano para mi que soy hijo único. Ella era mi compañía y un refugio en la soledad que había dominado mi alma durante años. Juntos, a mi lado, era la persona más feliz en el universo. Dios por fin había escuchado mis plegarias.

Salimos, pues, a un festejo, de aquellos que son tan comunes en la juventud. Nos sentamos juntos en una mesa y compartimos la sal, el pan y la bebida. La euforia se apoderó de mi ser y bendije todas las cosas que me rodeaban, pues me consideraba afortunado y sentía el Divino Aliento soplando a mi favor.

La tarde fue maravillosa pero llegó el momento de partir, justo cuando las sombras se atreven a retar la magnificencia de la luz divina y el astro rey se oculta para descansar. Salimos, pues y partimos en el auto.

Él conducía, yo elegí el asiento trasero y mi amada el correspondiente al copiloto. La oscuridad envolvía la Tierra y partimos en busca del descanso… o eso pensaba.

El trayecto resultó demasiado callado, inocentemente creía que el día había mermado las fuerzas de mis acompañantes, así que respeté su silencio. Tardé en darme cuenta que el rumbo no era el planeado y que nos dirigíamos a un lugar que me resultaba desconocido.

Llegamos a un paradero de traileres apenas alumbrado. Entre las grandes cajas había un pequeño espacio y él estacionó su coche de tal forma que estaba cubierto de la luz y la carretera. Yo no pude evitar un estremecimiento al contemplar el lugar donde nos encontrábamos.

El final se acerca y ahora siento correr las lágrimas por mis mejillas, soy incapaz de soportar el recuerdo pero debo relatarlo en estas páginas, mi cordura… mi salvación depende de esto. Temo no ver la luz el día de mañana.

Yo… pregunté el motivo de la parada en este ominoso lugar. Él… me miró fijamente… sus palabras continúan haciendo eco en mi mente y mi alma… apenas me atrevo a transcribir, de manera literal, la frase que destruyó mi espíritu pero que no podrá ser olvidada: “Estamos aquí, porque me la voy a chingar”

Así de abrupta fue su respuesta… así de terrible. Lo dijo dirigiéndose a ella y mi amada tan sólo me vio un segundo a los ojos antes de apartar su mirada y hacer un movimiento afirmativo mientras él le tomaba por en medio de las piernas acariciando su pubis.

Lejos de casa, en un lugar desconocido, salí del auto y corrí sin rumbo hasta caer rendido por el sueño. No recuerdo como llegué a mi hogar, no sé en que momento comencé mi relato pero es verdadero. El futuro es incierto y mi esperanza está quebrantada. No tengo más motivos para continuar con mi existencia porque fui engañado por mi mejor amigo y la mujer que yo amaba.

miércoles, 13 de abril de 2011

El Acto.

No es gran cosa. Esto que voy a hacer, o mejor dicho, que ya hice, no es algo sobresaliente. Cualquiera con un poco de valor lo haría. Si, Valor. Aunque probablemente muchos de ustedes  me llamen cobarde pero para ese momento, ya no me importará. Ninguna de sus ofensas tendrá sentido.

¿Cuál es la diferencia si siempre me han ofendido y menospreciado? Si, soy un pobre diablo. Seguramente eso es lo que querían escuchar, porque las veces que demostré mi fortaleza, las ignoraron. Siempre me miraron con compasión, como a un animal indefenso. En eso tuve la culpa, por siempre brindar una sonrisa cuando debí dar un golpe y poner un alto definitivo, porque preferí las palabras antes que la violencia, porque actuaba confiando en ustedes... porque era un estúpido y un ciego.

Me llamaban "amigo" pero a mis espaldas se burlaban. Me llamaron "hermano" y también me llamaron "hijo" pero cuando más necesitaba a mi familia, siempre encontraba rechazo, quejas, reclamos. Nunca un abrazo de mi madre y mi padre lleva años muerto. Siempre esperando todo de mi, pero nunca dispuestos a darme un poco de su ser. La unica sinceridad que obtuve fue la que escuchaba cuando reprochaban mi pensamiento y mis acciones..

Yo no tuve la culpa de nacer con esta alma, bajo este signo maldito. Eso que lo reclamen a su todopoderoso Dios, pues  ¿no es Él quien decide y permite todo lo que ocurre en el Universo? Yo no tengo nada que reclamar pues no creo en Dios y tampoco en el Diablo. La muerte no lleva a ningún lado, no hay Paraiso, no existe el Infierno, sólo estamos solos en esta Tierra y nuestras acciones influyen en las acciones de los demás... para bien o para mal.

Nuestra libertad radica en esa verdad, en ser concientes y responsables denuestros actos, pensamientos y decisiones. No hay una fuerza más allá de nosotros guiando cada uno de nuetros pasos. Si así lo fuera, sería imposble equivocarnos, pues ¿no se supone que ese Dios es el Ser perfecto? Pero estamos solos y nos equivocamos para aprender, para experimentar, para vivir. No somos perfectos y eso es una bendición.

¿De qué manera nos afectaremos los unos a los otros? No tengo idea, pero existen acciones que generalmente y sin importar la cultura, significan un gran impacto en el grupo, familia o comunidad. A mi me afectaron sus rechazos, ahora soy yo quien los rechaza. Me despojo de esta infame humanidad y abdico a esta sobrevalorada existencia terrenal. Sepan que los maldigo a todos y cada uno de ustedes y los culpo de mis desgracias.

Carguen en la conciencia con la sangre de un pobre diablo, un imbécil, un inútil. Cientos de veces pedí una mano cuando sentí desfallecer y cientos de miles me la negaron. ¡Sientan mi extremo egoísmo! ¡Contemplen el mayor de los pecados a los ojos de su Dios! Porque hallarán este miserable trozo de papel junto al cadaver de aquel que una vez engañaron al llamarle "amigo", "hermano", "hijo".

martes, 5 de abril de 2011

Quebranto.

Primera parte.


Segunda parte.

He pensado durante mucho tiempo, buscando la causa de mis temores. Soy incapaz de verme al espejo y enfrentarme a mi mismo. Me duele contemplar mis ojos porque sé que ocultan una profunda tristeza. Han pasado tantos años y aún me siento como un niño asustado.

El insomnio se ha vuelto insoportable. Por las noches, en mi solitaria habitación, siento mucho calor en todo el cuerpo y cuando retiro las cobijas, un viento glacial me envuelve; comienza por mi espalda hasta llegar a mis pies mientras mi cabeza sigue ardiendo de fiebre imaginaria. Trato de mirar y busco alguna fuente de luz, pero los parpados me pesan y si logro descubrir mis ojos, un terrible ardor consume mi vista.

Dando vuelta tras vuelta en mi cama, el tiempo se alarga y cuento los segundos que pasan. Todo pierde sentido y cuando creo que han transcurrido horas, el amanecer aún está lejano. Prefiero la oscuridad y cubrir este despojo que algunos llaman cuerpo. El calor regresa lentamenta mientras me acurruco y cubro mi cabeza para no escuchar el exterior, me pierdo entre fiebre e imágenes de mi pasado. Nunca pienso en el futuro, pues no quiero ver rotas mis ilusiones... otra vez.

Sin querer, las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas. No son lágrimas de autocompasión, son el simple reflejo del cuerpo, una reacción natural para lubricar los ojos irritados. Estoy seguro de eso porque sólo en esos momentos es cuando puedo llorar. No me inmuto con las desgracias ajenas y a veces siento placer al contemplarlas, porque así siento que no soy el único en experiementarlas.

La poca empatía que he tenido durante mi vida ha sido cuando las personas se acercan a contarme sus problemas, siento su dolor y su debilidad. Todo mundo se esconde tras una máscara de fortaleza y se atreve a proferir injurias a aquel que conoce su dolor y lo lanza al mundo, lejos de si, como tratando de librarse de unas invisibles cadenas.

Se burlan porque fueron enseñados a "cargar con su cruz". Yo me niego a ese destino, maldigo a todos aquellos que se sientan inertes ante su desdicha, sin mover un sólo dedo y aceptan sin protestar los designios de una divinidad sorda y ciega ante los males que aquejan al ser humano. Sus ejemplos, sus ídolos, son imágenes de dolor y desdicha, su culto es un culto a la muerte que niega su origen y proclama una falsa vida.

¿Por qué tenemos que esperar la muerte del cuerpo para alcanzar la vida eterna? Así, lo mejor sería acabar de una vez con esta vacia existencia, derramar la sangre propia y de nuestros hermanos, aniquilar esta raza autoproclamada dueña de la Tierra. Pero ni eso depende de nosotros pues dicen que así nos condemanos al Infierno ¿pero que Infierno puede ser peor que esto que llamamos, simplemente, vida?

No, no le temo al Infierno, tampoco le temo a la muerte. Ahora lo sé: le temo a esta vida, porque lo único que he encontrado en ella es miseria y desesperación.

domingo, 3 de abril de 2011

Callejón.


El oscuro callejón huele feo, siempre trato de evitarlo. Prefiero no pasar cerca y nunca he caminado adentro de este. Sin embargo, me invade el morbo y quisiera saber que hay dentro que huele tan mal.

Lo más probable es que la basura acumulada sea la causa, pero a veces imagino cuerpos mutilados y gatos muertos. Cientos de ratas caminan sobre estos restos y junto con las moscas, se dan un festín digno de las cortes infernales.

Sonrío ante mi visión tan exagerada. Quizá algún día me atreva a pasar por ese callejón. Sólo quiero saber que hay dentro, pero tengo miedo. En lugares así generalmente asaltan. Los ladrones aprovechan la falta de alumbrado público para esconderse.

Ahora que lo pienso, nunca he pasado cerca de día. De noche es fácil imaginarse tantas tonterías, pero de día las cosas se vuelven simples. Por eso me gusta más la noche.

De día, los comerciantes de la cuadra deben aprovechar para arrojar toda la basura que generan sus locales. Puede que haya personas refugiándose en ese lugar. Ya somos demasiado en la ciudad y no hay espacio para tantos. 

viernes, 1 de abril de 2011

Atotonilco.

Andando de feria en feria por el estado de Hidalgo, se ven muchas cosas. Algunas son hermosas; la naturaleza, por ejemplo. Otras son divertidas, como los borrachines de madrugada. Pero hay algo que me molestó y fue en el pueblo de Atotonilco.


Tal como lo ven: un niño de aproximadamente 8 años de edad, trabajando de sol a sol vendiendo paletas. Cuando tomé esa foto eran las 4 de la tarde y ya llevaba dando varias vueltas por el lugar.

Pero lo que más me dio coraje fue que después de entregar el carrito de los helados, el poco dinero que traía en los bolsillos le fue robado en un juego de azar que a todas luces era un fraude. Claro, el propietario del juego ese también se hacía acompañar por un niño de la misma edad que servía para enganchar a las víctimas del fraude.

Pues si... viva Mexico mágico y surrealista.