miércoles, 22 de abril de 2009

Quebranto.

Primera Parte.

De pequeño tenía un sueño recurrente. Me da miedo solo de recordarlo y no me atrevo a manifestar su contenido. Despertaba por las noches asustado, me sentía indefenso. No podía volver a dormir; sin proferir sonido alguno, permanecía acurrucado, temblando de frío, mirando la tenue luz que se filtraba a través de las cortinas de la ventana de mi habitación. Después de un rato, mis ojos se acostumbraban a la oscuridad y recostado sobre el sillón que llamaba cama observaba los detalles de mi habitación.

Como la mayoría de los niños pequeños, mi imaginación destacaba los mínimos detalles al grado de producir miedo y asombro: la lámpara se convertía en un rostro amenazador, los adornos de las paredes, otrora alegres, proyectaban soledad (reflejo de mi alma) y una chamarra mal acomodada se transformaba en un intruso en la alcoba.

A veces el viento soplaba tan fuerte que su aullido ocultaba el ruido de los coches que pasaban por la calle y me preguntaba cómo era que las personas normales podían dormir, cómo podían descansar por las noches. Lo poco que podía ver y lo mucho que escuchaba creaban una atmósfera opresiva que alimentaba mi ya exaltada fantasía y confería cierto misticismo y solemnidad a mis pensamientos.

Estaba asustado, aún lo estoy. No podía llorar, no podía dormir. Lentamente me hundía en la desesperación. Incapaz de actuar, me cubría el rostro con las mantas y rogaba a Dios (sin obtener respuesta) para que todo terminara pronto. Quería dormir. Si hubiera tenido el valor de levantarme de mi cama, de comprobar que había en mi habitación, tan solo enfrentar mis miedos...

Porque tan sólo era eso: Miedo.

Un miedo que no me abandona, que me agobia y me encadena a la soledad, que destruye mi esperanza y marchita mis ilusiones. Ante la incertidumbre no puedo hacer nada más que contemplar la miseria en la que me derrumbo porque si algo ha cambiado en el transcurso de los años es que de pequeño sabía que le temía a la oscuridad... ahora no se a qué le temo.

1 comentario:

Gina Nordbrandt dijo...

El temor... el miedo, siempre nos acompaña, tras cada momento de incertidumbre que tenemos, cuando debemos tomar una decisión sea la que sea.
Creo que ya te habia dicho que me gustó tu escrito. Siguelo, porque quiero saber qué sucede con ese niño que le temía a la oscuridad... y que ahora le teme... a no sabe qué.
TQM!!!
Saludines saturnianos!
=^^=
Disfruta d las "vacaciones"!