jueves, 3 de marzo de 2011

Reclutamiento y selección.


El color café domina el ambiente; sillas, alfombra y columnas. Las paredes están pintadas de gris. La luz de la sala de espera es muy brillante, tanto que lastima la vista. El joven, nervioso, voltea hacia ambos lados y descubre a otras personas: unos distraídos mirando un punto en la pared que tienen enfrente, otros charlando a murmullos, algunos cabeceando por el cansancio y unos más mirando de reojo, desconfiados.

El joven suspira profundamente y deja volar su imaginación. Apenas alcanza a vislumbrar la hipotética situación del futuro cuando una voz femenina, con un tono de falsa amabilidad, pide la atención de todos los presentes.

Todos centran su mirada en la fuente de tan desagradable voz: una señora con vestido gris y blusa blanca con cuello de holanes. Aparenta unos cuarenta años muy mal vividos pues tanto cabello como rostro se notan maltratados. Grandes arrugas cubren su frente y feos granos descomponen sus facciones. Sumando un tinte rubio con tono verdoso y mal rizado en el cabello, el aspecto general que da es el de una bruja. Así lo piensa el joven.

La Bruja orden entregar los documentos que requieren para ingresar y posteriormente formar dos filas: una de hombres y otra de mujeres. El recinto se llena de ruido de sillas moviéndose, de pasos, murmullos y hojas de papel. Cumplidas las órdenes, las filas caminan casi de forma marcial hacia una habitación con la misma decoración pero más pequeña y vuelven a tomar asiento. Al frente hay 2 puertas, una junto a la otra, izquierda y derecha. Izquierda para hombres, derecha para mujeres. El joven no puede evitar pensar en un gran baño público.

Otra vez sentado, mirando a su alrededor, en silencio mientras uno a uno son llamados a cruzar las puertas y se pregunta ¿qué hay detrás de ellas? Cada que sale una persona, salen con una sonrisa en el rostro pero lo más intrigante es el sobre blanco que llevan en la mano. ¿Será dinero?

El joven escucha un nombre que le es familiar, el suyo. Le llama un atractivo hombre vestido elegantemente. El joven responde al llamado y cruza la puerta a la vez que le invitan a tomar asiento. El hombre atractivo se presenta, de manera pomposa, como evaluador, pero no dice claramente su nombre.

El Evaluador mueve las manos de forma armoniosa y sus palabras suenan dulces y llenas de esperanza, sin embargo, el joven no entiende. Mira a los ojos del evaluador sin comprender lo que dice, este le extiende un sobre blanco, el joven lo toma y regresa a la sala anterior. Siente las miradas suspicaces se apresura a tomar asiento.

Un hombre gordo llama a todos aquellos que tienen sobre blanco y les hace pasar a una sala mucho más amplia y totalmente gris. Todos los presentes tienen una mueca parecida a una sonrisa, sus ojos miran al vacío.
El Gordo observa fijamente al joven y le pregunta por qué no sonríe. Sin detenerse a reflexionar, adopta un gesto similar al resto, que desaparece al momento de voltear el gordo a recibir a más y más personas, todas con sobre blanco en la mano.

El joven se da cuenta que la sala se encuentra llena y sin saber cómo, esta se ha convertido en una especie de escenario de teatro, completamente gris. Sobre el escenario, El Gordo pintado como payaso y vestido de traje. Todo mundo ríe, aplaude y grita mientras el joven sigue sin comprender qué es lo que pasa. El Gordo comienza a hablar del DINERO y del SECRETO. Grita extasiado algo sobre la realización de los sueños y al momento todo da vueltas mientras la atronadora voz del gordo continua su monólogo. Hay más risas, más aplausos, más gritos.

Un par de perros Caniche vestidos con traje y corbata aparecen en el escenario. Corren alrededor del gordo lamiendo sus zapatos y ladrando al público. El calor es sofocante y una estúpida y repetitiva melodía acompaña la voz y los ladridos del gordo y sus perros. Se crea una cacofonía insoportable que es vitoreada por los demás asistentes mientras el joven trata de cubrir sus oídos y sus ojos al paroxismo que tiene a su alrededor.

De pronto todo termina. El escenario desaparece y el gordo, ya sin maquillaje, agradece uno a uno a su público, dándoles un asfixiante abrazo. Pero el espectáculo no ha terminado, el segundo acto está por comenzar y todos son conducidos a otro espacio. El joven deja su lugar en la fila y voltea para darse cuenta que el resto alaba al gordo como si fuera un Dios y le ofrecen, “en sacrificio”, el sobre blanco que tienen en la mano. El gordo guarda en sus bolsillos las ofrendas y suelta una terrible carcajada.

El joven sale en silencio del edificio y contempla a miles más esperando su turno para ingresar. Mientras se aleja, recuerda que todavía lleva el sobre blanco, decide abrirlo y encuentra una hoja blanca con la frase “Deposite aquí la cantidad señalada”.  

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