El interrogatorio comenzó fulminando al chico con una simple
pregunta --¡¿Cómo que te vas?! –Dijo la madre. Aquél joven no pudo sostener la
mirada y se quedó largo tiempo contemplando las paredes blancas de su habitación,
buscando escrita alguna ingeniosa respuesta.
El padre
observaba, inquisitivo, esperando pacientemente las palabras que no brotaban.
--¿Ya lo pensaste bien, hijo? –Y su mente divagaba entre oraciones elaboradas y
citas de algún libro, pero no lograba acertar la respuesta. Un suspiro rompió
el silencio y madre se llevó una mano a la frente.
Una cama
sin sábanas, libros tirados por la alfombra y una pequeña lámpara apagada sobre
un escritorio de madera vieja. Tenía hambre, había pasado todo el día sin
comer, reflexionando sobre este momento, preparándose. Se acobardó al tiempo
que sintió cerca a sus padres. Lo mejor era guardar silencio.
Dos pares
de ojos lo examinaban con detalle. A punto de soltar una lágrima, su padre
exclamó –no llores o te voy a dar una razón para ello--. No importaba la edad
que tuviera, seguía siendo un niño a los ojos de sus padres. Sus manos
temblaban y débilmente exhaló un sonido ininteligible.
--Habla
fuerte –resonó. –Me voy—dijo con calma. Hubo una nota extraña en la voz del
hijo. Ahora la madre también temblaba. La noche era fría y el viento soplaba
entre los árboles, el padre pareció notarlo y cerró su chamarra, la madre cruzó
los brazos, pero el hijo mantenía la postura.
--Si has
tomado la decisión, supongo que debes tener un plan. Ya pensaste en los gasto,
comidas… --Siguió hablando un rato hasta que se perdió en las divagaciones.
--¿Para qué te vas? Aquí es tu casa, mejor busca algo seguro… --Pero no
entendía qué era eso seguro. Inhaló profundamente y luego talló sus ojos.
--No tengo
nada que me ate a este lugar—replicó sin darse cuenta de sus palabras. Hubo un
reproche y sintió el frío de la noche. –Si tengo, perdón, no quería ofenderlos…
--Pero sí quería hacerlo y se sentía culpable por ello. –No nos faltes al
respeto que no te educamos de esa manera –No puedes salir así nada más, ¿y si
te pasa algo? ¿Cómo sabremos?
Con la boca
seca no podía articular bien las palabras. Cada reproche se convertía en una
losa que debía soportar y ¿cómo podría salir corriendo de casa bajo esa carga?
Eran flechas envenenadas lo que recibía y no pudo contener el llanto. Débil.
Esa era su realidad y no tenía medio para enfrentarla.
Sus oídos
comenzaron a zumbar y notaba borrosas las imágenes frente a él. Trataba de
escuchar pero únicamente distinguía los sollozos que producía. Era tiempo, la
edad avanza y tenía planes, pero tenía miedo y estaba estancado contemplando el
vacío que se había convertido en su habitación.
Entonces lo
vio claramente, entre la marea de pensamientos que le ahogaban, un recuerdo
casi olvidado de su niñez y las notas que componían una suave música
interpretada por un anciano de larga barba y cabellos blancos. Una oda, solía
decirle mientras caminaban de la mano por el parque.
Suavemente
se detuvieron las lágrimas y se dibujó una sonrisa al compás de su corazón
latiendo a cuatro cuartos. Era una decisión que había tomado antes del bachillerato,
mientras su madre y su padre maquilaban en las nubes una bata blanca. Pero sus
propios sueños estaban llenos de cuerdas y viento.
--Está
hecho y lo siento. Estoy solo en esto, pero ya he tomado mi decisión.
Encontraré los medios para abrirme camino. Ustedes dos me dieron todo lo que
podían, lamento decepcionarlos, pero mi abuelo me señaló el camino antes que
ustedes.
Ya no había
sorpresa en los rostros, ni enojo, tampoco reproches, solo la dulce sonrisa de
unos padres al ver crecer a su hijo. Afuera, la noche fría amenazaba con una
tormenta. Se paró de su silla y se acercó a la ventana, que ya era golpeada con
pequeñas gotas de lluvia. Su mano se posó sobre el cristal y dejó una huella.
Otra vez
repasó los detalles a su alrededor. El frío se colaba por la ventana, habría
que mantenerla bien cerrada. Cruzó la estancia con paso firme, sin mirar a los
lados y salió. Cerró la puerta y la habitación quedó sola y en silencio.
1 comentario:
Aaaaaah, tenía mucho que no pasaba a leerte hermano, me gustó tu minicuento, una historia muy interesante, creo que ese chico se parece mucho a ti, persigue su sueño. Abrazos :)
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