domingo, 20 de abril de 2014

Latir despacio

Estoy viajando en el autobús. De pronto sentí ganas de escribir algo, de expresar esto que siento.
Es algo raro… es ambiguo escribir eso. Se siente como un calor sofocante rodeando tu cuerpo; ese calor trae consigo recuerdos. Pero el calor es una sensación definida, que apenas se aproxima a esta especie de vértigo.
            Es un malestar que nace en la garganta y se extiende hacia arriba y abajo. Como ganas de hablar de algo, con alguien. Pero no hay nadie. Creo que por eso escribo. Pero también es absurdo porque si ya nadie escucha, no hay forma de que se detengan a leer. ¿Entonces para que continuar este texto?
            Se siente como una obsesión; más bien, como quitarte una corbata demasiado apretada. Entonces no es obsesión, sino liberación… mis días se sienten incompletos. No es que le falten horas, sino vida. Creo que regreso a los absurdos. Así es. Se acaba la fiesta, la temporada de asueto.
            Es el latir despacio en un mundo que gira deprisa. Caminando con una maleta en la mano, frente al horizonte y no hay más que seguir, paso a paso. Ahí es cuando se siente el calor en el cuerpo y ese nudo en la garganta. Aún no sé qué llevo en la maleta.
Aquello que provoca este malestar… ¿qué será? Pensé que era la falta de algo y me puse a trabajar para comprarlo. Tuve dinero y lo gasté en cosas que creí necesitar. Fue divertido porque empecé a viajar y a leer; a beber y fornicar; fue tonto porque no pensé a futuro y un día se acabó el dinero.
Luego creí que me faltaba alguien y busque a mis amigos. Me di cuenta que eran muy pocos, así que lo siguiente fueron las mujeres y vi desfilar bellos ojos, grandes senos, labios grandes y pequeños; sonrisas falsas, mentiras e hipocresía.
Un día me quedé solo. Esto es un decir, porque en realidad siempre he estado solo. Ahí fue cuando me di cuenta que me gustaba estar solo y que esa soledad me había llevado a buscar algo más… algo que no puedo definir; que no sé lo que es pero me hace sentir incompleto.
Lo busqué fuera de mí  y no lo hallé. Busqué en mi interior y tampoco estaba. La solución me eludió mucho tiempo, pero di con ella: había que construir la parte faltante. El problema es que tampoco sé cómo construirla. Así que pienso repetir el ciclo, porque  me han dicho que la vida es un ciclo.
Voy a trabajar para ganar dinero, el dinero lo voy a gastar viajando. Seguro encontraré un buen amigo, tal vez una pareja… o tal vez me quede solo (esa posibilidad ya no me aterra). No sé si suena bien. Me aferro a un remo para no ir a la deriva. Ahora me viene otra pregunta: ¿Qué es lo que voy a construir?

Quizá el viaje lo responda.

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