miércoles, 26 de mayo de 2010

Gabriel Mancera. Desenlace.

Fernanda comprendió al instante. En el poco tiempo que lo conoció, se dio cuenta que era francamente iracundo, incapaz de contener su coraje y frustración. Quizá Joaquín tenía razón al no contarles que pasó; ahora ya no quería escuchar, pero era inevitable, Susana no se conformaría solo con saber que Gabriel estaba molesto, ella vivía con la idea del “Todo o nada”. Así fue siempre, incluso con Gabriel, nunca estuvo a gusto siendo solo su amiga, quería estar más cerca de él, ser una pareja.

Lo que escuchó fue francamente terrible: Suicidio. Solo eso bastó para cimbrar su corazón, le faltó el aire y sintió que se desmayaba. Joaquín la sostuvo, Fernanda lo abrazó comenzó a llorar amargamente.

Gabriel Mancera escuchaba los murmullos de sus “amigos”. No entendía claramente lo que decían, pero estaba seguro que hablaban de él. Esbozó una sonrisa, imaginó que Joaquín les contaba de “su gran desgracia”. Para como él lo veía, no fue tan malo, solo fueron daños colaterales como diría cierto personaje.

Gabriel supo que hacer desde que Lucia ignoró sus llamadas y mensajes: Venganza. Había que planearlo con cuidado, sabía que ella era un persona sensible a pesar de su duro carácter. Ella tenía miedo de sentir, no quería cargar con el peso de los sentimientos, porque los expresaba de manera muy intensa; Miedo, Amor, Tristeza, Enojo, Alegría eran cosas de las que no quería saber. Llevaba una vida aislada pero debajo de esa armadura, se encontraba una persona débil.

Para consumar su plan, primero tenía que hablar con Susana. Pensaba hacerle creer que estaba enamorado de ella, que quería que fuera su novia. Después, arreglaría una cita con Lucia en alguna fiesta en común y le haría ver que ella no era la única, que hay muchas chicas y que no le importaba su indiferencia.

La cita se concertó el 11 de enero, Susana estaba cegada por la ilusión, la misma que él sintió alguna vez. Gabriel estaba terminando de peinarse, se miró al espejo, contempló sus ojos, café claro, con grandes ojeras. Vio una sonrisa sombría y una palidez tremenda. De pronto lo vio claro… ¿de que serviría todo? ¿Valdría la pena usar a una buena persona (su amiga) para humillar a la chica que lo rechazó? ¿Realmente Lucia se sentiría humillada?

Nadie aseguraba el éxito, nada probaba que todo funcionaría. Quizá Lucia se burlaría de su estupidez. ¿Qué tan importante era él para Lucia, si no se presentó a la Iglesia? Estaba mal, todo estaba muy mal.

Gabriel cayó víctima de la desesperación, se sintió frustrado, sin intentarlo, ya sabía que todo sería un fracaso. Eso era todo, un momento de claridad, un momento en el que veía la verdadera solución.

Gabriel corrió a su habitación, tenia guardada una botella de vodka. Regresó al baño, abrió el gabinete del espejo y encontró diferentes medicamentos: Flouxetina, Risperdal, Haloperidol. ¿Qué demonios hacían esos fármacos en el baño? Sin respuesta a su pregunta, llenó un vaso de vodka, pulverizó varias pastillas de Risperdal y agregó el Haloperidol… --Salud. –Dijo a sí mismo.

Gabriel Mancera Hernández llego a su casa después de un largo día de trabajo. Estaba cansado, miro al cielo antes de entrar a casa; la luna brilla llena, enorme. Su luz alumbraba el oscuro pórtico, pensó en su esposa, dentro de 2 meses cumpliría 7 años de muerta. Recordó el tiempo en que contemplaban la luna, que tanto le gustaba a María, su difunta esposa.

Abrió la puerta y llamó a su hijo Gabriel. Había discutido tanto con María para convencerla de llamar así al niño… no respondió… era algo raro, Gabo siempre bajaba corriendo a saludarlo. Tuvo un mal presentimiento, gritó otra vez el nombre de su hijo y no obtuvo respuesta.

No recordaba cómo, pero ahora estaba manejando muy rápido, su hijo estaba inconsciente en el asiento del copiloto, tenía que llegar lo más pronto posible al hospital. No sabía cuanto tiempo de vida le quedaba a su hijo. Dio vuelta, una luz muy intensa le deslumbro… ruido de metales doblándose… un fuerte impacto.

Gabo no recordaba nada de eso, solo despertó y vio a Joaquín llorando a su lado. Ya no sentía dolor. --¿Qué hiciste? –Preguntó Joaquín. –No sé. –Respondió Gabriel, miró a su alrededor y encontró a su tío Pepe. –Tu padre, mi hermano, ha muerto y tu tienes la culpa. –Vociferó el tío José. Ahora ya no importa.

Gabriel llama a Joaquín, pide que lo lleve al coche. La silla de ruedas en la que se encuentra, rechina. Gabriel, incapaz de mover su cuerpo, se despide en silencio de la tumba de su padre. Susana le dirige unas secas palabras de ánimo, no sabe que más decir, esta confundida. Fernanda lo mira con temor, esquiva su mirada y se dirige al coche, dejando atrás a Joaquín. Joaquín empuja la silla y Gabriel ríe.

A lo lejos una figura delgada y en extremo pálida contempla a los chicos partir. Se acerca la tumba de Gabriel Mancera Hernández y deja un par de rosas. –Papá, ¿por qué nos abandonaste a mi mamá y a mi? Tu nos viste juntos muchas veces y me abriste las puertas de tu casa cuando visitaba a Gabriel ¿Por qué nunca me dijiste que Gabriel y yo somos hermanos?

Lucia llora en silencio y el viento se lleva una oración.

3 comentarios:

dampire snake dijo...

No inventes, un final inesperado.... me gusto mucho tu historia carnal gracias por compartirla. yo estaba muy ekivocado en cuanto al final.

saludos

Tulkas Astaldo Poldoreä dijo...

Carnal en serio que te quedo con ganas, como dijo dampire un final totalmente inesperado, mis respetos compi.

Juanako Bananas DxtrWard dijo...

Muchas gracias por los comentarios =D

Próximamente un poema =)