miércoles, 25 de enero de 2012

La historia en el parque.

Cierta tarde de verano andaba felizmente caminando en el parque. Era un bonito día soleado y para ser verano, no hacía mucho calor (cosa de la ciudad donde vivo, siempre sopla un viento muy frío). Me dirigía tranquilamente a los columpios, cuando escuché que alguien gritaba mi nombre.

Oh, sorpresa, era una amiga de la prepa. Saludo, beso, abrazo y apapacho, típico de los encuentros fortuitos. Acto seguido, la sesión de amables preguntas... ¿que como has estado? ¿Apoco ya no andan? Ah, que profe tan culero que te reprobó (jajaja)... en fin, chisme de universitarios, viejos excompañeros de preparatoria.

Se acabaron las preguntas "de cajón" y se acabó la conversación. Cuídate, bye, nos vemos, abrazo. Tanto tiempo sin conversar y 3 preguntas son suficientes para enterarte de lo que ha pasado en los últimos 5 años de la vida de alguien.

Continué mi camino a los columpios y en ese momento me invadió una inquietud: ¿cómo se llamaba la chica? Para ser franco, no tenía ni idea de dónde la conocía. Eso de la prepa fue lo primero que se me ocurrió. La chica no estaba de mal ver, por eso le seguí la plática, pero en realidad no la conocía ni de vista.

Pensé 2 cosas: o estoy bien pinche guapo y se acercó a mi para conocerme o me confundió con otro tipo igual de feo que yo (elijo la segunda opción). Lo malo del caso es que no le pregunté su nombre, tenía que seguirle el juego. 

Algo aprendí de cierta experiencia con una güerita, así que conseguí su número de teléfono. Aún lo conservo, en una de esas le llamo y la invito a salir. Total, si no me conoce y no acepta, no habrá quien se burle de mi (como pasó con la mencionada güera, que por cierto, tampoco recuerdo su nombre).

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