Inmovil

Me arden los ojos pero no puedo llorar, los siento tan secos. Así pasa cada noche. No puedo cerrar mis párpados y contemplo fijamente un punto en el vacío de la habitación.

Nada tiene sentido, mi brazos padecen frío y mi cuerpo está rígido. No puedo dormir. Así pasa cada noche.

Tengo hambre, quisiera comer un chocolate, un pequeño trozo; pero no quiero engordar. Mis pies duelen aun sin caminar. Quisiera gritar, despertar a todo el mundo para que alguien viniera corriendo a mi recámara y me diera un abrazo, un beso, pero me quedo sin aire y mis labios no se mueven. Así pasa cada noche.

Si logro conciliar el sueño, entre pesadillas me despierto y temo que se vuelvan realidad. En esos momentos los sollozos se ahogan en mi alma y ni un pequeño músculo puedo sacar de su reposo. ¿de verdad estoy despierta? Así pienso cada noche.

Ayer pasó algo muy curioso: trataba de dormir, recuperar lo que no duermo en la noche, pero esta vez no lo conseguí. Me sentí llevada por unos pequeños y calidos brazos, escuchaba canciones de cuna y me sentía segura y protegida, como una pequeña niña. Ya no soy una niña, me sentí ridícula.

Quiero levantarme y pedir ayuda. Me siento confundida… no estoy en mi cama. ¿Es otra pesadilla? Puedo asegurar que estoy despierta. Un ojo se me cierra en contra de mi voluntad, ¿ya no soy bonita?

Mi único ojo abierto alcanza a vislumbrar el lugar donde me encuentro. Es mi habitación, un lugar familiar, un lugar seguro. Sigo teniendo frío, sigo inmóvil. Recuerdo esa canción de cuna, recuerdo la voz de una niña. Esto no pasa todas las noches.

Ahora sueño, me veo fuera de mi cuerpo. Soy hermosa, de porcelana fina y ojos brillantes. Cabello rizado y lindos vestidos. Soy una muñeca, una bella imitación de mujer, incorruptible, pura.

Despierto. Me llevan unos brazos, reconozco ese arrullo, esa voz. La escucho clara, no es una niña, es mi madre, que me pone frente al espejo, como cada día. A veces logro olvidar lo que realmente soy. Quisiera ser una muñeca y no este vegetal cuadriplejico.