domingo, 7 de octubre de 2012

Noche lluviosa

El relámpago lo despertó. Otra vez llovía. El frío se colaba aún dentro de la profunda caverna y H. se acurrucó buscando conservar el calor de su cuerpo, temblando de frío y con miedo por la lluvia y los truenos.


Ese lugar no era bueno para vivir, pero no le quedaba otra opción. H. no podía dormir cuando llovía. Por algunas grietas y de manera que no lograba comprender, el agua se filtraba formando una gotera. Una molesta gota caía cada cierto tiempo.

Plap... Plap... Plap... Plap...

Era un martírio todas las noches de lluvia. Durante el día no había problema, tenía actividades que atender, como quitarse los piojos, buscar alimento, tratar de aparearse, en fin. El mundo ya era viejo y su raza muy joven.

De noche era diferente. Las bestias salían a cazar y era peligroso. Lo mejor era quedarse en aquel refugio, esperando que saliera esa esfera brillante arriba de su cabeza. Así era la rutina por esos tiempos.

H. seguía en silencio acurrucado y no tardó en retumbar en sus oídos aquel plap, plap, plap, plap de la gruta. Le causaba gran malestar el sonido de la gotera. Ya había pasado muchas noches sin dormir.

Necesitaba descansar, estar alerta por la mañana pero no conciliaba el sueño. La ira lo invadió, tomo piedras del suelo y las arrojó a todas partes. Dio fuertes golpes con manos, pies y cabeza, pero el sonido no paraba y gritó. Gritó para que todos lo escucharan, para silenciar.

En aquella soledad de la gruta, no paraba el plap, plap, plap, plap ni los gritos sin sentido de un ser incapacitado para el habla. Cada plap, un grito, otro plap, otro grito... plap, grito... plap, grito... plapgrito...plapgrito... plapgritoplapgrito hasta que el cansancio lo venció.

Profundamente dormido, dentro de sus sueños continuaba el plap, plap, plap, plap. Vio grandes derrumbes de rocas, rayos caían con gran estruendo. Escuchó a las aves huyendo de un voraz fuego. Al final, la lluvia apagaba el incendio y mojaba su cuerpo.

Despertó, pero seguía lloviendo, los mismo que la gotera en la cueva. Ya no gritó, tampoco hizo ruido, simplemente escuchó. Poco a poco lo fue asimilando, llenó su ser y en silencio, con la mente cansada por el esfuerzo, la vigilia, pudo notar otro sonido.

Muy en el fondo de si mismo, emanando de su pecho, brotaba un fuerte tum-tum. Escuchó con más atención: plap tumtum plap tumtum plap tumtum plap tumtum. Amanecía, sin embargo, el rítmico sonido consiguió dormir al escucha.

Soles y lunas pasaron, algo había cambiado en H. De alguna manera se las ingenió para representar los sonidos que había escuchado esa noche lluviosa. El tiempo ya era seco, muchos ahora se reunían alrededor de una fogata nocturna, juntos representaban, con múltiples instrumentos, el sonido de la naturaleza, en especial, el de su corazón.

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