viernes, 23 de noviembre de 2012

Laura

Como cualquier otro día salí tarde de la oficina. Se había vuelto una rutina porque cada día llegaba la jefa con más y más trabajo. El fin de semana poco a poco se convertía en día laboral y no veía otra opción más que cumplir. Claro había un poco de dinero de más, sin embargo me resultaba irrelevante pues con lo que ganaba habitualmente cubría mis gastos y me permitía ahorrar un poco.


Ambicioso no era, ni mucho menos tacaño. Gastaba mi dinero en algunos caprichos siempre y cuando no afectara los gastos contemplados para mi manutención. De hecho, todo el extra que ganaba lo metía a mi cuenta de ahorros bancaria. Cada mes veía como subía pues solo había ingresos y nada de gastos ocultos bajo el pretexto de inversiones. Mi vida era escueta, sencilla. Tenía lo necesario y no ambicionaba más.

Supongo que esto cambió en el momento que ella entró a trabajar. Por alguna extraña razón, mi jefa pensó que necesitaba un asistente. Tal vez se deba al hecho que durante las últimas reuniones de trabajo me había quedado ligeramente dormido. Le expliqué de mi condición médica,; un problema de insomnio de la infancia. Nada grave pero el medico sugería Clonazepam para evitar este tipo de incidentes.

Creo que lo que me agotaba era el hecho de cuadrar las finanzas para el último informe anual. Se iban filtrando gastos no previstos y facturas no declaradas. Había un gran desorden dejado por la administración anterior, así que tenía enfrente el gran reto de limpiar los malos manejos y comenzar desde cero, limpios, a trabajar para una pronta recuperación de la empresa. Generar dinero en lugar de perderlo.

Laura entró durante ese periodo. Se suponía que mi carga de trabajo se vería reducida con su presencia. Lo cierto fue que aumentó. Ahora tenía que supervisar a Laura para que no cometiera errores que, probablemente, me afectaría a mi y no a ella. Como mi subordinada, debía responder por sus errores y felicitarla por sus aciertos. Supongo que eso era lo justo pues no siempre te apoyan el las buenas pero cuando fallas todo mundo te recrimina.

Desafortunadamente, Laura era una persona poco confiable. Generalmente llegaba tarde y hubo lunes en los que faltó. Su excusa era una enfermedad recurrente: gripe. Absurdo y poco verosímil pretexto pero que justificaba con recetas médicas. Creo que de algún lugar robó el paquete de recetas y así pudo falsificarlas, pero es algo que no me consta y no estoy dispuesto a declarar como cierto. 

Conforme pasaron los días, Laura se mostraba más irresponsable con los deberes. Es decir, entre sus actividades cotidianas, debía entregar un reporte de los documentos que había revisado, así como archivarlos en su lugar correspondiente. No entro en detalles porque no me quiero perder en tecnicismos. Como le iba diciendo, Laura dejó de cumplir con esos deberes y ya que eran parte importante de nuestra tarea, yo debía concluirlos en casa.

Si, es verdad, ahí comenzaron las frustraciones porque Laura ganaba un respeto inmerecido por parte del resto de los compañeros. Yo no podía, ni quería hablar al respecto porque me hubieran llamado envidioso o hubieran desechado mi versión. Para el resto de los compañeros de la oficina, Laura era una persona que trabajaba arduamente, incomprendida por su jefe directo, o sea, yo.

Incomprendida era un eufemismo. Lo que ellos querían decir era que me portaba mal con ella, siempre dejandole más trabajo del debido y criticando su buen desempeño.Si tan solo hubieran conocido la manera tan cínica de Laura. Esa manera de agitar la mano en el aire, como tratando de espantar las moscas. Ese gesto lo realizaba cada que le daba un encargo, cosa sencilla como pasar al archivo por otra caja de documentos.

Se negaba rotundamente a seguir mi autoridad y luego siguieron las discusiones. Hubo gritos frente a los demás compañeros, incluso soltamos palabras altisonantes. Yo estaba desesperado porque todo se juntaba en mi contra: compañeros, mi carga laboral, el trabajo de Laura que no presentaba a tiempo y un largo etcétera que no cabe mencionar aquí. Cosas más personales.

Bien, si dice que es necesario lo diré. No deseo más problemas. Resulta que acababa de visitar al médico por algunos síntomas raros en mi cuerpo, si, ya se que tiene el reporte médico, no soy una persona sana. Sin embargo, las actividades que realizo fuera de mi trabajo son algo que no le corresponde juzgar a mis empleadores siempre y cuando no afecten mi desempeño. En este caso, frecuentar prostíbulos de baja nota no es un crimen.

Todo hombre tiene ciertas necesidades que no cualquiera puede cubrir, es decir, masturbarse da cierto placer pero cuando uno de verdad siente el impulso, tener a una chica bajo los genitales es lo mejor para aliviar la tensión y recuperar el ritmo de trabajo. Si usted es casado debe saberlo. Afortunado usted que siempre tiene a una mujer durmiendo a su lado. Yo debo pagar por unas horas de compañía y solo fines de semana, mismo que ya no estaba libres porque debía hacer el trabajo de Laura.

Ya que se interesa tanto en mi vida personal, pues también le confieso que no tenia ningún interés romántico en Laura. Me parecía una chica boba y completamente ordinaria. Quizá por eso me gusta salir con prostitutas, siempre tiene algo que decir o inventar para hacerte sentir bien. Unas horas de juego, donde ella viene de un lugar lejano para juntar dinero y ayudar a su familia.

Otras cuentan tienen hijos y se prostituyen para salir adelante, unas simplemente afirman que les gusta su trabajo y hacerlo con "gente de bien", que ellas saben que eso no existe y que todos son unos perversos cuando cae la noche. Me gusta que me digan que soy guapo, porque se que no lo soy. Me excitan que mientan sobre el tamaño de mi miembro y luego lo laman con gran deleite. Si es fingido no me interesa, ambos sabemos que se trata de disfrutar el juego.

Laura, en cambio, era otra chica vacía. Sin ideas ni metas y tampoco se inventaba algo para no parecer ordinaria. Ella era una gran equis sobre una hoja en blanco. Indiferente al resto del mundo. Por eso, lo afirmo con toda sinceridad, no me atraía de ninguna manera. Si es que algo pasó, fueron circunstancias fortuitas, simple casualidad en un mundo irracional.

Lo cierto es que los constantes retrasos en su trabajo (y subrayo; SU TRABAJO) nos hacían quedarnos cada vez más noches en la oficina, los dos solos. No me crea estúpido, oficial, naturalmente ella nunca trató de seducirme y aunque lo hubiera hecho, no funciona eso conmigo. Debe haber cierta chispa que me despierte el impulso o jamás les hablaría, salvo si es dentro del contexto de la prostitución porque ahí es su deber hablarme y hacerme sentir bien.

Como le iba diciendo, nunca hubo seducción de su parte. Ella me desesperaba; su apatía, su desgano, esa actitud pedante, todo de ella para mi era repulsivo y como afectaba mi labor pues quise darle un escarmiento, algo que la sacara de esa terrible apatía y le despertara al mundo que tenía a sus pies. O sea, si no veía su vida en peligro, jamás comprendería lo que pasa en su vida. Como las películas esas de terror ¿las ha visto? No...bueno, cuando pueda, se las recomiendo.

Obviamente yo no tengo ni la inteligencia ni los medios para jugarle un trampa tan elaborada, así que, en cierta noche que nos quedamos solos, le propuse algunas acciones que podrían llamarse indecorosas. Pensé que se espantaría o me denunciaría, que se yo, una reacción normal de una persona acosada. Fue todo lo contrario, ella volteó a verme y se quitó la blusa. Sus pechos eran hermosos, no lo negaré. 

Ella se acercó y me ofreció tocarlos. Luego pasó lo que tenía que pasar ¿le doy detalles o prefiere imaginarlos? Por su mirada veo que prefiere que le describa la escena, sin embargo creo que no es lo correcto dadas las circunstancias. Ustedes están aquí interrogándome por un delito, no para que les cuente una película pornográfica. Pero no se pongan tristes, aún tienen el cadáver para deleitarse un poco.

Digo, no fui yo, pero quien haya sido el violador, definitivamente que pasó un buen rato con Laura.

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