jueves, 1 de noviembre de 2012

Confundido


No le dirigí la palabra al acostarnos, no respondí sus "buenas noches", solo apagué la luz y traté de dormir, dejar de pensar en ella, en la culpa que sentía. No... No sé. Yo apenas recuerdo lo que pasó. Estaba acostado y todo era oscuridad, no podía ver nada.

Me levanté de la cama y me dirigí a la cocina. Busque agua; una enorme sed se había apoderado de mi. Bebí mucha pero no fue suficiente, decidí volver a la cama y la vi, dormida. Todo daba vueltas, como si estuviera ebrio, pero no, llevaba más de 5 años sobrio. Dejé de beber por ella.

Me acosté y respiré su perfume. En ese momento supe que necesitaba un trago, algo para tranquilizarme. No había sentido esa ansiedad desde hacía mucho tiempo, me fue difícil controlarme y al poco tiempo cedí al alcohol. Me vestí en silencio y salí con mucha cautela.

Paré en un mini super, pague una botella de licor y escondí dos cervezas entre mis ropas. Luego fui a otra tienda y repetí la operación. Así por varios lugares. Llegué a casa y comencé a beber en la sala, mezclando las bebidas; con un par de audífonos sin música que sonara.

No quería despertarla, quería que durmiera, así no podría lastimarla con mis acciones. Aquí es donde las cosas se complican. Pensé que todo era un mal sueño tengo vagas visiones de lo que sucedió, como fotografías mal impresas.

Creo que vomité y fue cuando ella despertó, dijo algo sobre mi comportamiento, preguntó por qué lo hacía. Seguí en silencio, tirando en el piso del baño. Ella me ayudo a limpiar mi boca y ponerme de pie. Volví a respirar un perfume y no era el de ella…

Vi la casa al día siguiente, parece obvio que hubo violencia, pero no lo recuerdo. Todo estaba muy bien, tenía resaca pero estaba en cama, junto con ella. Le digo que todo fue un mal sueño. Ella estaba acostada a mi lado.

La abracé, la besé. Le prometí que estaríamos juntos, que no volvería a tomar y que seríamos felices. Le pedí perdón por ignorarla, por ser grosero, por no demostrarle mi amor, por… engañarla con otra mujer. Lo admito, tenía una relación con otra mujer, pero no significaba nada para mí.

Todo lo contrario, esa otra mujer había ido desgastando la relación con mi esposa, me sentía culpable al ver sus ojos amorosos recibirme supuestamente de una junta de trabajo, cuando en realidad estaba con la otra, teniendo sexo.

Traté de no pensar en ello, me excusaba diciendo que era solo eso: sexo. Un encuentro carnal que empezó cada quince días y se hizo rutina diaria. Era como masturbarme, pero con otra mujer, no tenía sentido una relación así, tan impersonal.

Aún así la culpa me invadió como un virus, me tenía miedo de confundir sus nombres, de hacer el amor con mi esposa y pensar en la otra. Por eso me alejé, deje de tocarla, de llamarla y poco a poco la relación se fue haciendo pesada.

Por momentos creí que me había descubierto, tenía pánico del día que reclamara mi infidelidad. Actuaba a la defensiva ante cualquier comentario suyo. La verdad es que nunca lo supo o si lo hizo, jamás lo aceptó. Guardo silencio.

Sí, claro, volviendo a esa noche, no tengo nada más que decir. Al amanecer la encontré y estaba conmigo, era ella, mi amada esposa, la persona que me libró del alcoholismo y le dio sentido a mi vida. Y estaba feliz de tenerla a mi lado.

Ahora me dice que jamás volveré a ver a mi esposa, que se ha ido. Lo que más temía pasó, pero no fue mi culpa ¿recuerda el otro perfume en el baño? Era el perfume que usa la otra mujer… prefiero no pronunciar su nombre, usted sabe bien cómo se llama.

No sé que me pasó, podría jurar que estaba la otra ahí, riéndose de mi esposa y de mí. Estaba ebrio y todos mis temores parecían cumplirse, yo… solo reaccioné… en defensa de mi esposa y nuestro matrimonio.

Dice que la maté pero no pude haber sido yo. Yo la amo, jamás le haría daño. Fue a la otra mujer a quien vi en el baño y fue a la otra a quien estrangulé por el bien de todos. Ya no habrá nada que se interponga entre el amor que siento por mi esposa.

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