Deseo
que todo esto acabe pronto, más no vivo ilusionado pues se que la hora
del final feliz es lejana. Si concluye, estoy seguro que significará mi
muerte y la de toda mi familia. No hay esperanza, solo un deseo que no
me canso de repetir a un Dios que parece habernos olvidado. Ya no
soporto tanto horror. Quiero vivir… o morir… en paz, con mi
familia; con mi hermano, mi madre y mi padre.
Somos
unos refugiados, la guerra nos llevó a esto. Mi familia y yo buscamos
un lugar lejos de la línea de fuego, pero la reyerta siempre nos
encuentra. Todo el mundo parece estar en conflicto, los intereses de
cada facción no están claros; solo pelean y nos usan como carne de
cañón.
Pensé
que en este lugar estaríamos a salvo. Llegamos apenas hace unos días.
Era una construcción gris, sin muchos adornos. Quizá en otro tiempo
albergaba personas, un pequeño hotel de apenas una planta. El lugar
estaba vacío y solo una de sus puertas abrió. Era una habitación con una
cama matrimonial al fondo; a un costado, una ventana sin cortinas.
Había
pocos lugares a donde ir aunque esto no era queja. Teníamos un techo y
mi padre consiguió abrir el almacén de los alimentos. La suerte estuvo
de nuestro lado: la gran parte de los suministros estaban en perfecto
estado de conservación. Pensé que podríamos vivir felices unos meses,
antes de partir en busca de más alimento o tal vez podríamos hacer una
parcela, la guerra se veía tan lejana.
Pero
no fue así. Apenas habían transcurrido un par de días cuando empezamos a
escuchar disparos en la lejanía. Temí por mi vida y la de mis seres
queridos. Mi padre notó mi miedo y se acercó a consolarme, dijo que
mientras él estuviera cerca, no permitiría que me dañaran. Mi madre
también estaba asustada y mi hermano lucía indiferente.
Mi
padre ya no era el mismo de antes. Tanto tiempo evadiendo la guerra
había mermado sus fuerzas. Él carga todas nuestras preocupaciones y
trata de cumplir con su papel de proveedor. Quisiera ser como él pero me
reconozco débil. Yo sería incapaz de asumir tanta responsabilidad.
Conforme
pasaba el tiempo, la violencia nos iba cercando. Los disparos pasaron a
explosiones y cada vez con mayor intensidad. Era momento de partir,
agarrar del almacén todo lo que pudiéramos y evadir los ejércitos. Ya no
fuimos tan afortunados: la construcción donde nos albergábamos estaba
justo en medio de los dos frentes de ataque.
Cayó
la noche y hubo un alto al fuego. Escuchamos gritos y entendimos que
planeaban entrar en busca de suministros. Yo corrí a esconderme debajo
de la cama. Encontré un viejo impermeable y me cubrí con el. No quería
ver ni oír sin embargo escuché claramente cuando entraron los primeros
soldados. Los imaginé vestidos de negro, con elegantes uniformes.
Interrogaron a mi padre y le exigieron identificarse y revelar el total
de personas dentro de la construcción. Él no tuvo más remedio que
hablar.
Mi
madre imploró clemencia. Ya no teníamos nada que dar. Apenas llevábamos
unos días comiendo abundantemente en compensación por tantas semanas
famélicos. No fue escuchada y sus lagrimas provocaron la burla del resto
del pelotón. Ordenaron que salieran todos.
En
ese momento todo se volvió confuso. Recuerdo vagamente que estaba
totalmente cubierto por el impermeable, debajo de la cama. Escuché a mi
hermano levantarse de la cama, lo imaginé indiferente, como siempre. Por
mi mente pasó toda la escena que mis ojos se negaban a ver: mi padre
abrazaba a mi madre y hermano y así caminaban entre filas de soldados.
Eran escoltados y tenían 2 opciones: unirse al conflicto o morir ahí
mismo.
No
salí. Nadie me llamó. Ninguna mano jaló mi cuerpo fuera de mi
escondite. De pronto hubo silencio y creo que perdí el conocimiento.
Soñé que también me aprehendían, pero ahora veo la luz del día y ya no
escucho disparos. Estoy solo.
No
se que hacer. El almacén está vacío y yo muero de hambre. Me siento
solo, desconozco el paradero de mi familia y estoy seguro que buscarlos
acarrearía mi muerte, sin embargo, pienso, ¿no es esto ya la muerte? Mi
familia se sacrificó por mi o tal vez me castigó por mi cobardía.
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