martes, 26 de junio de 2012

Refugiados

Deseo que todo esto acabe pronto, más no vivo ilusionado pues se que la hora del final feliz es lejana. Si concluye, estoy seguro que significará mi muerte y la de toda mi familia. No hay esperanza, solo un deseo que no me canso de repetir a un Dios que parece habernos olvidado. Ya no soporto tanto horror. Quiero vivir… o morir… en paz, con mi familia; con mi hermano, mi madre y mi padre.

Somos unos refugiados, la guerra nos llevó a esto. Mi familia y yo buscamos un lugar lejos de la línea de fuego, pero la reyerta siempre nos encuentra. Todo el mundo parece estar en conflicto, los intereses de cada facción no están claros; solo pelean y nos usan como carne de cañón.

Pensé que en este lugar estaríamos a salvo. Llegamos apenas hace unos días. Era una construcción gris, sin muchos adornos. Quizá en otro tiempo albergaba personas, un pequeño hotel de apenas una planta. El lugar estaba vacío y solo una de sus puertas abrió. Era una habitación con una cama matrimonial al fondo; a un costado, una ventana sin cortinas.

Había pocos lugares a donde ir aunque esto no era queja. Teníamos un techo y mi padre consiguió abrir el almacén de los alimentos. La suerte estuvo de nuestro lado: la gran parte de los suministros estaban en perfecto estado de conservación. Pensé que podríamos vivir felices unos meses, antes de partir en busca de más alimento o tal vez podríamos hacer una parcela, la guerra se veía tan lejana.

Pero no fue así. Apenas habían transcurrido un par de días cuando empezamos a escuchar disparos en la lejanía. Temí por mi vida y la de mis seres queridos. Mi padre notó mi miedo y se acercó a consolarme, dijo que mientras él estuviera cerca, no permitiría que me dañaran. Mi madre también estaba asustada y mi hermano lucía indiferente. 

Mi padre ya no era el mismo de antes. Tanto tiempo evadiendo la guerra había mermado sus fuerzas. Él carga todas nuestras preocupaciones y trata de cumplir con su papel de proveedor. Quisiera ser como él pero me reconozco débil. Yo sería incapaz de asumir tanta responsabilidad.

Conforme pasaba el tiempo, la violencia nos iba cercando. Los disparos pasaron a explosiones y cada vez con mayor intensidad. Era momento de partir, agarrar del almacén todo lo que pudiéramos y evadir los ejércitos. Ya no fuimos tan afortunados: la construcción donde nos albergábamos estaba justo en medio de los dos frentes de ataque.

Cayó la noche y hubo un alto al fuego. Escuchamos gritos y entendimos que planeaban entrar en busca de suministros. Yo corrí a esconderme debajo de la cama. Encontré un viejo impermeable y me cubrí con el. No quería ver ni oír sin embargo escuché claramente cuando entraron los primeros soldados. Los imaginé vestidos de negro, con elegantes uniformes. Interrogaron a mi padre y le exigieron identificarse y revelar el total de personas dentro de la construcción. Él no tuvo más remedio que hablar.

Mi madre imploró clemencia. Ya no teníamos nada que dar. Apenas llevábamos unos días comiendo abundantemente en compensación por tantas semanas famélicos. No fue escuchada y sus lagrimas provocaron la burla del resto del pelotón. Ordenaron que salieran todos.

En ese momento todo se volvió confuso. Recuerdo vagamente que estaba totalmente cubierto por el impermeable, debajo de la cama. Escuché a mi hermano levantarse de la cama, lo imaginé indiferente, como siempre. Por mi mente pasó toda la escena que mis ojos se negaban a ver: mi padre abrazaba a mi madre y hermano y así caminaban entre filas de soldados. Eran escoltados y tenían 2 opciones: unirse al conflicto o morir ahí mismo.

No salí. Nadie me llamó. Ninguna mano jaló mi cuerpo fuera de mi escondite. De pronto hubo silencio y creo que perdí el conocimiento. Soñé que también me aprehendían, pero ahora veo la luz del día y ya no escucho disparos. Estoy solo.

No se que hacer. El almacén está vacío y yo muero de hambre. Me siento solo, desconozco el paradero de mi familia y estoy seguro que buscarlos acarrearía mi muerte, sin embargo, pienso, ¿no es esto ya la muerte? Mi familia se sacrificó por mi o tal vez me castigó por mi cobardía.

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