martes, 3 de julio de 2012

"Me gustas mucho". -Le dije a la lluvia

En mi pueblo casi no llueve. Es de esas tierras cálidas y muy áridas donde rara vez florece algo; es un lugar muy grande. Me agrada vivir aquí. Por las tardes, cuando la temperatura desciende y el atardecer comienza, acostumbro salir a caminar. Voy paso a paso, lentamente, contemplando el cielo naranja y las casas abandonadas. Ya no hay mucha gente; se han ido.


He pensado seguir su ejemplo: tomar mis pertenencias y moverme a otro lugar. No me decido porque aquí hay muchas cosas a las que le tengo cariño. Esta tierra me vio nacer y si no somos nosotros quienes conservamos su historia, ¿quién más lo hará? Solo quedan fantasmas y recuerdos de lo que un día fue.

Tengo una imagen especial de aquellos días de mi infancia. Tal vez la inocencia de mi corazón fue tan impresionada que aquella situación marcó mi memoria para siempre. Me sorprende por su cualidad de simpleza y a la vez, tan poco común en un lugar como este.

Tenía apenas 9 o 10 años. En esa época vivía con mi tía Bertha. Llevaba un año o más cambiando de casa y parientes; parecía que nadie quería hacerse cargo de mi por no ser su hijo. Mis padres había muerto de alguna infección, los extrañaba mucho y andar de lado a lado, con personas que no conocía, no aminoraba el sentimiento.

Mis padres no habían sido los más amorosos pero eran MIS PADRES. Un refugio, una seguridad. Después de muchos conflictos, mi tía Bertha decidió hacerse cargo de mi. Se convirtió en mi mamá y mi papá. Sus hermanos, mis otros tíos, al tratar de hacer me daño con su rechazo, me beneficiaron: con gran envidia me vieron partir al lado de Bertha, la única hermana con una pequeña fortuna.

Mi tía Bertha no tenía esposo. Un accidente de joven le dejó marcado el rostro, así que ningún hombre la pretendió y cuando hubo alguien que decidió casarse con ella, la abandonó cuando supo que mi tía Bertha no podía tener hijos.

Ella era joven. Si vida estaba casi destruida. Vendió la casa que su esposo le había comprado y se fue a la capital. Cuando regresó, había cambiado; la gente dejó de reír por su fallido matrimonio, imponía respeto, nadie se atrevía a burlarse de ella y menos cuando  compró la Parcela Grande y levantaba negocios por todos lados.

Así comenzó su fortuna, junto dinero, dejó encargados sus negocios y se retiró, decía ella, a escribir. Vivía sola y rechazaba cualquier pretendiente, a veces, de forma muy grosera. Ella me adoptó como su hijo, me metió a la escuela y me enseñó todo lo que sabía.

Mi tía Bertha murió hace una semana. Ella me dijo que escribir ayuda a darle sentido a las cosas, a poner en orden nuestras ideas y decidir a tomar un camino. Puede que tenga razón. Ahora, con su muerte tan reciente, me vienen tantas cosas a la mente. Tengo muy presente el día que llegué a su casa para vivir con ella.

Esa vez fue la primera ocasión que vi llover en mi pueblo. Apenas había desempacado mis cosas cuando escuché un sonido en el techo y luego en la ventana, sonaba como un "plas plas". Salí  al patio y vi muchas nubes, eran negras y grises y cubrían todo el cielo. Ya no había rastro del azul.

Truenos y relámpagos cayeron. Me dio miedo y a la vez alegría. Nunca había visto un espectáculo como ese. El aire olía diferente al polvo que diario se metía por la nariz. El cielo de pronto brillaba y pocos segundos después de aparecer aquel terrible resplandor, mil tambores sonaban alrededor. 

Sentí frío. Una tras otra, enormes gotas impactaban la tierra, que ya no era dura ni áspera, sino blanda. Se pegaba a los pies, se sentía suave en las manos. Esa vez cayó una tromba. Corrí por el campo, me dejé empapar. Jugaba en el lodo, brincaba en los charcos y una enorme alegría se apoderó de mi. Grité, no escuché mi voz; el sonido del agua cayendo, los truenos, el peculiar aroma... todo me envolvió en una atmósfera desconocida. Era feliz... como no lo había sido desde la muerte de mis padres.

De pronto todo pasó. Dejó de llover como si hubieran cerrado la válvula del agua. No supe cuanto tiempo había pasado, escuché el grito de mi tía Bertha. Corrí a su encuentro y ella me recibió con una bofetada. No lloré. En silencio regresamos a casa y me preparó un baño caliente. Ella también tomó un baño y luego preparó té para que recuperáramos fuerzas y no nos enfermáramos. Me mandó a mi habitación y me prohibió salir.

Esa noche no podía dormir. Estaba en silencio mirando el techo cuando volví a escuchar el plas plas en la ventana. Me levanté y sin atreverme a desobedecer la orden de mi tía, miré a través de la ventana. Estaba oscuro y no podía ver nada claramente pero escuchaba el sonido de la lluvia y respiraba aquel dulce aroma.

Cerré los ojos mientras imaginaba la lluvia nocturna. Inundados mis sentidos de su presencia, "me gustas mucho", le dije a la lluvia y me quedé dormido junto a la ventana. Al amanecer, me despertó mi tía y desayunamos juntos. Me pidió perdón por la bofetada y me abrazó; luego me tomó de la mano y salimos a ver el campo.

Me sorprendió muchísimo. Ya no era el llano grande y arenoso: parecía que algo comenzaba a florecer. Tal vez fue mi imaginación pero donde antes todo se veía muerto y café, ahora había vida y estaba pintado de verde. Incluso escuché más alegres a las aves.

Mi tía me dijo: "Mira, hijo, como debajo de esta tierra muerta puede haber vida. Mira como florece y se extiende al sol de un nuevo día.

Así nosotros a veces estamos inertes; pareciera que estamos secos y sin vida. Es por eso que llega la lluvia. Sé que parece fea y las tormentas asustan pero el agua se encarga de remover y limpiar la tierra para que florezca la vida. La lluvia es símbolo de prosperidad y abundancia, es algo que se espera para obtener buenas cosechas.

La lluvia pueden ser esas experiencias dolorosas en tu vida. Están ahí para moverte y sacar lo mejor de ti, para que florezca la vida".

Regresamos a casa. Comencé una nueva vida con mi tía Bertha. Sus palabras las guardé en mi corazón.

Aquí pocas veces llueve y mi tía ya no está conmigo para platicar y enseñarme sobre la vida. Ahora me toca descubrirla. Estás últimas horas escribiendo he pensado llevarme esos recuerdos hermosos, dejar los fantasmas y salir a crear un mundo nuevo, justo como lo hizo mi tía. Al final, tuvo que venir la lluvia a limpiar la tierra para que surgiera nueva vida.


A Cristy.

1 comentario:

Tulkas Astaldo Poldoreä dijo...

Me gusto mucho la historia carnal, es excelente y me hiso recurdar varios momentos maravillosos que e vivido, gracias carnal, saludos :)